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lunes, 28 de junio de 2010

Noboní y los zurcidores de medias de toalla

4

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_ José!! Joseeeeeeé!!!
_¿Qué pasa Chavito?!!
_ Mirá.... mirá
_¿Es de ahora?, ¿te lo dió el Verdu?
_ Sí no
_ Eh?
_ Sí é de ahora, pero no me lo dió el Verdu... me lo dió la Doña.
_ Ehh? la Doña?!!
_ Sí José-pluma,... la Doña en persona me lo dió... ¿qué dice? leeme dale!
_ Eligió a Spinetta... (José-pluma, abstraído)
_ Qué?!!
_ Que eligió a Spinetta, (volviendo en sí) seguro que vuelve a las calles. Seguro que el pibe vuelve, Chavito!!
_ Quién é Espineta?.... qué dice el billete?? leeme!
_ "Mañana es mejor"
_ Só un mezquino José... pa' mañana puedo está frito, José.... andá a cagá, José
_ No entendés, Chavito
_ Dameló que se lo yevo a Don Fausto
_ No!! no seas otario Chavo, el billete dice: "Mañana es mejor"
_ Eso solo dice?
_ Sí
_ y ahí (señalando) qué dice?, lo de siempre?
_ "Poesía x $2", sí.
_ Que mañana es mejor, dice?
_ Eso mismo, sí... son palabras de Spinetta
_ Será que mañana sale?
_ No Chavito,... Ya es mañana.

domingo, 20 de junio de 2010

Noboní y los zurcidores de medias de toalla

3


Estaba sentado en el comedor, tomando el trigésimo noveno mate del día. Eran alrededor de las once de la mañana, y de repente un rayo de luz le golpeó los ojos. Giró la mirada y vio que la puerta del frente estaba entreabierta, y del otro lado, en el jardín, estaba su madre podando uno de los rosales (el más abandonado). Seguramente la brisa (o algún duende, o algún dios, o algún diablo, o ¿su madre?) había empujado levemente la puerta para que el rayo de luz solar, de luz vital, de luz hermosa, entrara y se hiciera notar, golpeándolo (sutil y letal) en los ojos.

Después de ver a su madre, oyó. Oyó a la brisa, acariciando las cosas; oyó a algún niño cantar, o gritar o reír; y oyó a su madre, tararear. Su madre estaba tarareando!! Y parecía sonreír, agachada frente al rosal. Que hermosa mañana!! Que mañana de mañanas!!!

Se puso de pie, decidido a encarar la puerta. Dio el primer paso. El segundo. Se acercó a la puerta…
… y la cerró.


Enseguida se volvió a sentar, y como si no se hubiese parado, como si no hubiese sido golpeado por la luz, como si no hubiese oído a su madre tararear, se cebó otro mate (el cuadragésimo), y siguió ahí.


miércoles, 2 de junio de 2010

Noboní y los zurcidores de medias de toalla.

1.2

_Usted se arriesga mucho metiéndose ahí, joven. Le dijo Don Fausto al vendedor ambulante, que con ingenuidad o fe, entraba al barrio Fonavi.
Llevaba por nombre: Marcelo. Y en la cara llevaba prendido el pre-juicioso rótulo de “Mersa”. Entró a eso de las tres de la tarde, aparentemente tranquilo, casi con una sonrisa. Llevaba (puestas) zapatillas blancas (de esas que usan los basquetbolistas), pantalón azul y remera blanca. Y en un enorme bolso negro llevaba su mercadería. Quién sabe qué. Podrían ser remeras, calzoncillos, cd´s truchos, alguna linterna o cosa por el estilo. Podrían ser cien cosas las que llevaba adentro del bolso, imperceptibles, pero… el problema eran las cosas que sobresalían del bolso y cualquiera podía ver a simple vista, incluso desde lejos. Por esas cosas había recibido la advertencia de Don Fausto. Por esas llamativas cosas. Por esas medias… de toalla… coloridas… a estrenar… .Por esas lenguas que salían de la boca del exhausto bolso viajero, y colgaban inertes, corriendo un riesgo supremo.
Don Fausto lo sabía, y con él varias personas más. Los pibes se estaban zarpando, se estaban yendo de mambo. Los pibes del Fonavi, que no eran todos pibes ni todos del Fonavi. Los lokitos, los bohemios, los gorritas, los ex ochaveros de la noche y ex dormilones del día, los actuales bunkeros de jornada completa. Esa especie de malón 2.0 que podía surgir en cualquier lugar, desde cualquier rincón, y en dos segundos desaparecer, hasta con elegancia.
Marcelo le ofreció sus cosas a una piba de unos quince años. La piba lo miró fijo y en seguida se metió a su rancho sin hablar y dando un portazo.
Diez minutos después, Marcelo yacía tendido en el suelo, cerquita de la zanja. Su bolso a unos metros, las cosas (quién sabe qué) todas desparramadas, las medias… desaparecidas.
Marcelo no estaba muerto, estaba “nocáu” (por gil).