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lunes, 13 de junio de 2011

Noboní y los zurcidores de medias de toalla

7.2

Algunos decían que era porque se estaba volviendo muy careta. Otros que porque le habían prometido un puestito en la municipalidad. Y otros (la supuesta mayoría) pensaban que en realidad todo se debía a que Gervasio estaba enamorado desde séptimo grado de la más chica de las hijas de los Asturias.

Lo cierto es que Walsh se volvió a recalentar cuando se enteró de lo del mensaje en el paredón. Iba perdiendo la paciencia para con los pibes, y (dicen que) éstos estaban hastiados de él y de su nueva etapa de más reflexión que acción, más calma que energía, más teorías que malones, más palabras que aguja, hilo y dedal.

martes, 7 de junio de 2011

Noboní y los zurcidores de medias de toalla

8


Se paraba en los pedales, agachaba la cabeza, exhalaba un há há há. La bici se bamboleaba inclinándose, izquierda-centro-derecha-centro, y así, por la calle de tierra siguiendo al camión.
La calle era un barrial y el camión iba dejando unas huellas profundas y zigzagueantes así que el pibito (al que todavía no llamaban Noboní) se estaba cansando y embarrando mucho pero sin caerse ni desanimarse. Entre el camión y la bici iba la jaula. Dentro de la jaula iba el león.


¡Queridos vecinos! … ¡el fabuloso circo de los hermanos Schwarzepecker ha llegado a su barrio!... ¡no se lo pierdan!... ¡traigan a la abuela, a los chicos, al novio de la nena!... ¡entradas populares!... ¡circo de los hermanos Schwarzepecker!... ¡circo circo circo!... ¡los payasos Piojín y Gurí-chico! ¡circo circo circo!... ¡el legendario león Tolstoi!... ¡no se lo pierdan!... ¡circo circo circo!... ¡de los hermanos Schwarzepecker!... ¡en los terrenos del ferrocarril!...

Cada vez que el camión se detenía él se detenía, cuando el camión volvía a la marcha él también, siempre tratando de mantenerse lo más cerca posible de la jaula. Sentía una especie de… ¿novedad? Sí puede ser, una especie de gloriosa novedad.

Al llegar a la vereda de su casa el Noboní se dio vuelta una vez más y vio cómo la bicicletita rosa también se detenía. La niebla empezó a disiparse en rededor de la niña y sus ojos se encontraron con los del Noboní. Se miraron un instante y él le regaló una sonrisa (pucha, hacía siglos que no sonreía). La niñita desplegó la suya, sencilla y hermosa, antes de pegar la vuelta y alejarse pedaleando.

domingo, 29 de mayo de 2011

Noboní y los zurcidores de medias de toalla

6.2

Cuando Gervasio Walsh (el que aseguraba haber leído mucho a Rodolfo) se enteró del asalto y paliza sufrida por aquél vendedor ambulante, se indignó con los pibes (o al menos eso dice, aparentemente convencida, su madre).
Sobre la puerta del búnker había un cartel de chapa, que, según uno de sus chupamedias, Gervasio Walsh pintó con unos pincelitos que él mismo había improvisado con filtros de cigarrillos. En él aparecían acomodados de manera casi graciosa (aunque admirablemente representados), un dedal, una aguja y un mate galleta. En algún momento de la tarde (después de que Gervasio Walsh se indignara) apareció debajo del cartel de chapa, otro mucho más chico, y de papel, en el que todos los que ya sabían hacerlo, podían (y debían) leer lo siguiente: BOLUDECES NO.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Noboní y los zurcidores de medias de toalla

7

Una linda y pobre niñita pedaleaba con frío y pobreza su bicicletita rosa. Estaba yendo a la escuela, con entusiasmo (aún no se había tragado la poronga de que “la escuela no sirve para nada”) y retorcijones. Al llegar a la esquina de las canchas de pádel abandonadas (como toda cancha de pádel) se topó con un algo antropomorfo (o sea, algo que parecía un señor) que surgiendo de entre la neblina la asustó.
El Noboní frenó súbitamente su marcha al toparse con la niñita y quiso pedirle disculpas por el susto pero no pudo, se había quedado sin voz de tanto dialogar con el Samaritano.
Él siguió su camino y ella se quedó mirándolo un rato, con un pie en el suelo y el otro en el pedal.
Eran pasadas las ocho de la mañana, los colores del alba (celestial, no látex) intentaban fulminar a la espesa niebla. Paso a paso, manos al bolsillo, tragando saliva para que vaya volviendo la voz, con algo de confusión (no la suficiente como para evitar el sueño), y algo de optimismo (no el suficiente como para ir pateando piedritas), el Noboní iba acercándose a Lavalle, para usar el camino más amigo.
Al doblar y tomar su calle amiga, sintió que alguien lo estaba siguiendo. Se detuvo, miró hacia la esquina, y sólo vio neblina. Mientras tanto, la niñita había retomado la marcha, pero en sentido opuesto al anterior, como volviendo sobre sus pedaleadas.
Siguiendo por Lavalle, 50 metros antes de llegar al Fonavi volvió a sentir una presencia a sus espaldas, y sin dejar de caminar giró lentamente para ver qué onda. Unas líneas rosadas, se movían entre el gris. El Noboní se detuvo y las líneas también, él retomó la marcha y después de unos segundos de cautela, también lo hicieron ellas. Entonces el Noboní se puso a recordar cuando el circo aquél vino al barrio.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Noboní y los zurcidores de medias de toalla

6

Atardecía y hacía frío (la pucha si lo hacía). Las calles se iban despoblando. Todo parecía irse cerrando, irse guardando, pero había una luz y música, a todo volumen, música, música, música.

Estaba solo el Samaritano en su taller, (solo, es un decir, cómo puede estar solo alguien que está con música, música, música). Estaba concentrado en su trabajo, lija en mano, y dale que dale. Hacía un rato largo (muy largo) que estaba dale que dale sin levantar la vista. Cuando de repente, surgido del pasto, o de la lejanía, o del último naranja del cielo, o de quién sabe dónde, apareció el Noboní.

Entró al taller, en silencio (muy en silencio), casi casi un espectro, sus pies parecían no tocar el suelo, como si, envés de caminar, se deslizara por el aire a tres centímetros del piso. Se quedó a unos metros del Samaritano (que seguía en lo suyo), miró a su alrededor, agarró una lata de 20 vacía, la puso boca abajo y se sentó en ella.

Después de unos segundos, de inmovilidad por parte de Noboní y de lijaquetelija por parte del Samaritano, el primero habló:

_ é así, loco. Dijo.

_é así. Devolvió el otro mientras largaba largamente el aire de una especie de suspiro.

Sin mirarlo todavía, el Samaritano dejó la lija, se acercó al equipo, le bajó el volumen y volvió a su lugar. Un segundo antes de mirarse a los ojos, retomaron la charla que habían dejado inconclusa (si es que una charla puede concluir) la última vez que estuvieron juntos, hacía ya 9 meses, o 10, o un año y cuarto, o 2 años, nadie sabe con precisión.

viernes, 30 de julio de 2010

Noboní y los zurcidores de medias de toalla

5.2


Des bas et des vers. *

Alarmado El Mensajero va diciendo a las naciones
que las damas, a pesar del mundo entero,
en vez de zurcir calzones están escribiendo dramas.
Y al entenderlo El Heraldo,
va dando la voz de alerta, repitiendo en cada puerta:
¡No habrá quien cosa las medias!
¡No habrá quien nos guise un caldo si hacen las damas comedias
Y luego El Eco, pasando el ancho mar clamorea:
¡Ya no hay mujer que no sea literata
mil dramas están forjando, y esta epidemia nos mata!
Y en medio de la plegaria la noticia funeraria va corriendo
y desde el niño de escuela hasta el galante Orihuela, van diciendo:
Si estas nuevas no son bolas de la gente,
no bajan de cien las damas españolas que están escribiendo dramas actualmente.
Mas si está de enhorabuena nuestra escena,
los varones en vez de trajes de gala debemos vestir crespones
que estamos de enhoramala.
¡Señor! Por tus cinco llagas, reprende a ese sexo impío,
pues si da en hacer comedias / ¿quién, Dios mío, / nos remendará las bragas /
y las medias? //

Mas, ¡oh tendencia dañina, la tendencia femenina! /
¡Un placer/es el que halla en rebelarse, /
en replicar y obstinarse, / en el mal toda mujer!
// Llegó a los Andes la nueva, y las buenas hijas de Eva,
/al oír/ tan alarmante noticia, / con refinada malicia,
/ 'se pusieron a reír. //
Y al saber que' los varones/gasas de duelo y crespones / vestirán;
/ y que a Dios piden reprenda,
/ castigue, si no hay enmienda, /a las biznietas de Adán,
// piden papel y tintero, / y llaman al cancionero / alfaquí;
/ y por mostrar cuanto le odian, /sus mismos versos parodian
/ bien o mal, diciendo así: / Si estas nuevas no son bolas / de la gente,
si pasan de cien las damas / españolas /que están escribiendo dramas/ actualmente,
// cuando está de enhorabuena/ nuestra escena,
/despechados los varones, /en vez de trajes de gala,
/¿quisieran vestir crespones / y enviarnos a enhoramala?...
// ¡Señor! Por tus cinco llagas / da por esposa al impío / que nos vede hacer comedias,
/una que sólo, Dios mío, ¡le sepa zurcir sus bragas / y sus medias!
Una que viva a su lado, / sin hablar de otros asuntos,
/que de ese asunto elevado, /portentosó;
/de esa ciencia de los puntos/ de las medias de su esposo.
// Una que odie las comedias, / como a diabluras de magas,
/ que hacen poner en olvido/ el encanto de las medias / y las bragas
/ de su dichoso marido.
// Una que nunca le diga / ni en verso ni en linda prosa
/ las palabras que prodiga, / con angélica dulzura,
/ una esposa / al dueño de su ternura.
// Una lindísima prenda, /sin alma ni entendimiento,
/ un jumento / que conozca su sendero,
/ y los / goces no comprenda / de la pluma y el tintero.
Da, Señor, a los varones, /que deploran la manía
/ de las damas, / en vez de negros crespones, / esposas de cafrería
/ que no hagan versos ni dramas.
Mas, al que acepte contento / los versos de las mujeres,
/ da una linda compañera, / que prefiera / al brillo de su talento
/ la gloria de sus deberes.

Silveria Espinosa de Rendón

* medias y versos

Cuadrilla femenina de los ZMT

doñas, doncellas y percantas..... Uníos!!

miércoles, 21 de julio de 2010

Noboní y los zurcidores de medias de toalla.

5



Mientras se acercaba a la casa de los Chichos, el perro rengo le ladraba enfurecido. Más se acercaba, más le ladraba el perro, y más enfurecido. Cuando pasó por la vereda, justo en el frente de la casa, el perro comenzó a hacer ruidos raros alcanzando el límite entre una mascota y un animal salvaje.


_ que pasa che? Que pasa?! Le gritó, saliendo de su casa, uno de los Chichos al perro. Y enseguida lo vió…

le llevó unos segundos reconocerlo, vestía una remera muy vieja y gastada, un bluyín con varias roturas, y en los pies, medias (de toalla) y ojotas. El dedo gordo del pié izquierdo, al aire, asomándose como una cabeza de tortuga.


_No te lo comás, no te lo comás!! Le decía el Chicho al perro, _ es nuestro vecino, está un poco jipi pero es él. y sonreía el Chicho, para disolver la sorpresa y la impresión que le habían provocado verlo así al Noboní. Así de flaco, así vestido, con esa larguísima barba, y hasta, en apariencia, más petiso.


Noboní le devolvió una (especie de) sonrisa al Chicho, y un saludo con la mano, pero no se detuvo, sino que siguió a paso firme.


Al llegar a la esquina, se sorprendió enormemente frente a la gigantesca obra en construcción (futuro edificio de varios pisos) que se levantaba en donde, hasta hacía poco y desde siempre, había estado la quinta (huerta) del Narigón. La miró unos instantes, boquiabierto, y enseguida se acercó a una carretilla que yacía sola en la vereda. Dentro de la carretilla había un casco amarillo de albañil, lo tomó, lo miró un poco, y se lo puso.


Enseguida giró y emprendió el regreso a paso firme, a su casa, la Casa Intacta.
Al pasar por la casa de los Chichos, el perro rengo ya no estaba en la vereda, pero de reojo vio que varios Chichos lo espiaban por detrás de una cortina.