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miércoles, 2 de junio de 2010

Noboní y los zurcidores de medias de toalla.

1.2

_Usted se arriesga mucho metiéndose ahí, joven. Le dijo Don Fausto al vendedor ambulante, que con ingenuidad o fe, entraba al barrio Fonavi.
Llevaba por nombre: Marcelo. Y en la cara llevaba prendido el pre-juicioso rótulo de “Mersa”. Entró a eso de las tres de la tarde, aparentemente tranquilo, casi con una sonrisa. Llevaba (puestas) zapatillas blancas (de esas que usan los basquetbolistas), pantalón azul y remera blanca. Y en un enorme bolso negro llevaba su mercadería. Quién sabe qué. Podrían ser remeras, calzoncillos, cd´s truchos, alguna linterna o cosa por el estilo. Podrían ser cien cosas las que llevaba adentro del bolso, imperceptibles, pero… el problema eran las cosas que sobresalían del bolso y cualquiera podía ver a simple vista, incluso desde lejos. Por esas cosas había recibido la advertencia de Don Fausto. Por esas llamativas cosas. Por esas medias… de toalla… coloridas… a estrenar… .Por esas lenguas que salían de la boca del exhausto bolso viajero, y colgaban inertes, corriendo un riesgo supremo.
Don Fausto lo sabía, y con él varias personas más. Los pibes se estaban zarpando, se estaban yendo de mambo. Los pibes del Fonavi, que no eran todos pibes ni todos del Fonavi. Los lokitos, los bohemios, los gorritas, los ex ochaveros de la noche y ex dormilones del día, los actuales bunkeros de jornada completa. Esa especie de malón 2.0 que podía surgir en cualquier lugar, desde cualquier rincón, y en dos segundos desaparecer, hasta con elegancia.
Marcelo le ofreció sus cosas a una piba de unos quince años. La piba lo miró fijo y en seguida se metió a su rancho sin hablar y dando un portazo.
Diez minutos después, Marcelo yacía tendido en el suelo, cerquita de la zanja. Su bolso a unos metros, las cosas (quién sabe qué) todas desparramadas, las medias… desaparecidas.
Marcelo no estaba muerto, estaba “nocáu” (por gil).

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